P:¿Cómo llegó a ser directora de
Max Havelaar Suiza después de haber trabajado en una gran
multinacional?
R: No fui la primera elegida, pues no venía del
ámbito de la cooperación para el desarrollo. Max Havelaar Suiza fue
creada en 1992 por seis ONG suizas que querían solidarizarse con
pequeños caficultores. En 1998, debido a la enfermedad del entonces
director, que le impedía seguir al frente de la organización, se
decidió buscar un sustituto cuyo mandato sería lograr la
autofinanciación de Max Havelaar en un año y medio.
Esto me favoreció, gracias a mi experiencia en gestión y
marketing. Presenté mi candidatura porque tenía la convicción de
que el comercio justo era un modelo viable. Yo misma compraba
productos de comercio justo, no por caridad, sino porque la
relación entre costo y calidad me parecía razonable.
P: ¿Cuál fue su estrategia?
R: Me propuse introducir en el mercado al menos
un producto por año, en parte para que la gente se acostumbrara a
este nuevo enfoque. Cada nuevo producto proviene de una situación
económica distinta y con problemas diferentes. Queríamos que el
consumidor lo supiera.
Comenzamos con flores cortadas y plátanos orgánicos. Por
supuesto, no teníamos ninguna garantía de que la experiencia fuera
a dar buenos resultados. Pero encontramos un mercado entre quienes
querían frutas y productos frescos para ofrecer una alimentación
sana a sus hijos.
Los minoristas nos recibieron con desconfianza y hubo que
negociar duro para convencerlos de distribuir nuestros productos,
pero al cabo de dos o tres años, cuando vieron que las ventas
aumentaban entre un 30% y 40% anual, ellos mismos nos pidieron
diversificar la oferta.
Así logramos que Max Havelaar Suiza se autofinanciara en un
plazo de 18 meses. Dispusimos entonces de recursos para correr
riesgos financieros, lo que no se pudo hacer en otros países. Ello
nos permitió colocar otros productos de comercio justo y aumentar
los ingresos de nuevos beneficiarios en los países en
desarrollo.
P: ¿Cuál es su definición de comercio
justo?
R: Pagar a los productores un precio que cubra
el costo de una producción sostenible y retribuya el valor de su
trabajo con un ingreso que les permita prosperar junto con sus
familias y comunidades. No significa adoptar lo que yo llamo un
modelo de precios extremos, como el que se está aplicando al
café.
P: ¿Qué le reprocha a ese modelo?
R: El costo medio de producción de una libra de
café oscila entre 70 y 90 céntimos de dólar (US$ 1,56 y US$ 2,00 el
kilo). En 1992, el precio mínimo para los productores de comercio
justo se fijó en US$ 1,26*, y no ha cambiado. Al no actualizarse,
ya no tiene relación con el precio de mercado, está
distorsionado.
En el mercado mundial tradicional, el precio del café a los
productores oscila entre 40 y 60 céntimos la libra porque la
sobreproducción es estimulada por los importadores para aumentar
sus márgenes, ya que el precio al consumidor no ha bajado mucho. Es
decir, este precio también está distorsionado.
A mi juicio, los productores de comercio justo podrían aceptar
precios más bajos por sus granos -más acordes con sus costos de
producción y el valor de su trabajo- en cuyo caso seguirían
viéndose aventajados, pues podrían vender mayores volúmenes a
precios no muy diferentes de los del mercado, en lugar de pequeñas
cantidades a un precio distorsionado.
P: Pero el consumidor sigue pagando un sobreprecio
por los productos de comercio justo…
R: No necesariamente. Los plátanos
comercializados en Suiza, por ejemplo, no cuestan más que los de la
distribución tradicional, gracias a que se suprimieron los
intermediarios.
P: También se critica que el comercio justo encierre
a los países en desarrollo en la producción de alimentos básicos de
bajo precio, en vez de ayudarles a salir de este sector de márgenes
reducidos…
R: Por eso introdujimos artículos como los
productos de algodón. Ahora bien, es posible que el fomento de
estas exportaciones no sea tan atinado porque el alza del precio
del petróleo hizo aumentar el costo del transporte. Al respecto,
considero acertado que el CCI ayude a los países a desarrollar sus
propios mercados y a exportar cuando tienen un cierto
potencial.
P: ¿Qué ventajas tiene la incorporación de las ONG
en el comercio?
R: Las ONG pueden contribuir a una mayor
transparencia sobre la realidad del comercio, principalmente, en
regiones apartadas donde es imposible lograr que las empresas, o
incluso la prensa, informen sobre lo que ocurre en realidad. Son
aptas para ayudar a las empresas a encontrar soluciones, pero no,
para operar en el comercio.
Si bien el comercio justo fue iniciado por las ONG, éstas no ven
su potencial como modelo mercantil; la rigidez y miopía empresarial
que se observan a veces en el comercio alternativo, en parte,
obedecen al enfoque caritativo.
P:El modelo de negocio del
comercio justo funcionó en Suiza, mercado pequeño y próspero. ¿Qué
ocurrió en otros países?
R: Cuando presidí la Organización Internacional
de Etiquetado de Comercio Justo (FLO), hice hincapié en su validez
como modelo de negocio. La idea fue aceptada en el Reino Unido, que
tiene probablemente el sistema más exitoso de comercio justo, y
luego en Italia, Francia y Estados Unidos.
P: Pero ese modelo, en el cual, el consumidor rico
paga sobreprecios por alimentos básicos importados de países
pobres, no es aplicable en los países en
desarrollo.
R: Considero que cada país necesita su propio
sistema de comercio justo, entendido como una responsabilidad
económica, social y medioambiental. Pienso que hay que favorecer el
abastecimiento local para los consumidores locales.
Esto se aplica tanto a Suiza como cualquier país en desarrollo.
Los agricultores de ambas regiones comparten el mismo interés. Hoy
en día, en supermercados y tiendas especializadas de Ginebra se
pueden comprar productos locales con la etiqueta Terre Avenir. Los
principios del comercio justo pueden aplicarse en todas partes.
El origen del nombre
Escrita en 1860 con el seudónimo de Multatuli, Max Havelaar es
una novela de Eduard Douwes Dekker quien desempeñó un papel clave
en la lucha por cambiar la política colonial de los Países Bajos en
las Indias Orientales en el siglo XIX y comienzos del XX. Max
Havelaar, el personaje principal, se opone al sistema de gobierno
colonial de Java fundado en la esclavitud y políticas comerciales
injustas.
Paola Ghillani, Directora de la Fundación Max Havelaar,
Suiza, de 1999 a 2005. Directora de la organización FLO
International y Presidenta de su Consejo de Administración, de 2001
a 2004, actualmente es consultora de comercio justo.
Peter Hulm, Redactor Adjunto de Forum de
Comercio, entrevistó a la Sra. Ghillani en junio de
2006.
* N. de R. Precio mínimo franco a
bordo (FOB) en el puerto de origen de una variedad de café arábica
bien precisa. Otras variedades y calidades tienen distintos precios
mínimos.
Para más detalles sobre el café de comercio justo, véase http://www.laguiadelcafe.org
, y en particular, la sección 03.06 (sitio web del CCI en español,
francés e inglés).