Según el Comité Internacional de Rescate, hay 35 millones de
personas desplazadas en 24 países. La mayoría tuvo que huir de su
hogar y abandonar su trabajo debido a desastres como la sequía o
las inundaciones costeras. Millares recibieron una indemnización
irrisoria por sus viviendas que fueron arrasadas para construir
represas, aeropuertos, carreteras y otros proyectos de desarrollo.
Y las tareas más urgentes de reconstrucción de la vida cotidiana en
zonas devastadas, como alimentar a la familia, lavar la ropa,
comprar artículos de primera necesidad y generar ingresos, suelen
recaer en las mujeres.
La pobreza y la grave escasez de medios de generación de
ingresos obligan a muchas desplazadas a ejercer oficios degradantes
como la prostitución y diversos tráficos. En los campamentos para
desplazados de Uganda, por ejemplo, muchas niñas y mujeres aceptan
mantener "relaciones sexuales de supervivencia" a cambio de
alimentos o "relaciones sexuales transaccionales" a cambio de
dinero de bolsillo o pequeños objetos. Estas mujeres no tienen
posibilidad alguna de instruirse, ejercer una actividad comercial o
desarrollar el respeto de sí mismas.
Salir adelante con ayuda, formación y financiación
efectivas
"Mucho se habla de la situación en los frentes de guerra", dice
Rania Atalla, Directora Ejecutiva para Estados Unidos de la
organización Women for Women International (WWI), con sede en
Washington D.C. "Tenemos que prestar más atención a la
reconstrucción de la paz en la retaguardia." Mediante ayuda
directa, formación profesional y microcrédito, la WWI respalda a
las mujeres para que se recuperen de los estragos de la guerra y
lleguen a ser ciudadanas activas. La Sra. Atalla, que fue directora
de comunicaciones del Rey Abdalá de Jordania, considera que las
mujeres son la piedra angular de las nuevas economías.
"Durante los conflictos, las mujeres son un factor de unidad y
cohesión que impide el colapso de las familias y la comunidad. Su
capacidad de resistencia les permite alimentar a sus hijos y
enviarlos a la escuela, incluso si tienen que aventurarse fuera de
su hogar para garantizar la supervivencia de los suyos. Esa misma
capacidad es muy eficaz a la hora de contribuir al esfuerzo de
reconstrucción de las economías tras los conflictos armados",
añade.
"En el contexto de violencia y sufrimiento de los conflictos
surgen la necesidad y la oportunidad de que las mujeres se
conviertan en ciudadanas activas y rompan el cerco de sus funciones
tradicionales. Lo hemos visto en Rwanda, donde el genocidio dejó al
país con menos hombres que mujeres y, hoy en día, ellas representan
casi la mitad de los parlamentarios. Las mujeres pueden ser
artífices fundamentales de la reconstrucción económica después de
los conflictos armados, pues tienden a invertir sus ganancias en la
comunidad y buscan la estabilidad", concluye
Nuevas competencias para
reactivar economías locales
Desde 1993, la WWI viene apoyando a las mujeres víctimas de la
guerra en Afganistán, Bosnia y Herzegovina, Colombia, República
Democrática del Congo, Iraq, Kosovo, Nigeria, Rwanda y Sudán.
Concretamente, asistió a más de 120.000 mujeres, distribuyó más de
US$ 33 millones en ayudas directas y microcréditos, y respaldó a
miles más para que abrieran pequeñas empresas.
En Burundi y Tanzanía se imparten formación empresarial básica y
en técnicas de comercialización, así como cursos de alfabetización
en 13 centros de capacitación de la WWI. "La mujer que aprende a
leer y escribir puede abrir su propio negocio y, a su vez,
alfabetizar a sus hijos. Nuestra oferta de capacitación abarca
técnicas que van del teñido anudado a la agricultura comercial, y
se basa en detallados estudios de mercado de los países donde
trabajamos. Una de nuestras metas es vincular las actividades
generadoras de ingresos de las mujeres con los mercados locales, es
decir, la producción con la comercialización. Citemos como ejemplo
la iniciativa de agricultura comercial integrada que se lleva a
cabo en Rwanda y Sudán. El enfoque es muy innovador, ya que no sólo
comprende los ingresos y la seguridad alimentaria, también tiene un
fuerte componente de comercialización. Además de procurarse
alimentos para sus familias, las mujeres venden sus productos a
compradores mayoristas, restaurantes y hoteles locales.
Creemos que programas como éste tendrán un efecto positivo en el
comercio local y regional. Las mujeres están a la vanguardia, como
se puede comprobar cada día en la región de los Grandes Lagos. Las
mujeres de la zona oriental del Congo cruzan la frontera de Rwanda
para comprar y vender mercancías, a pesar de la tensa relación
entre esos países. El apoyo a este tipo de actividades
transfronterizas contribuirá, en definitiva, al bienestar y la
coexistencia pacífica de comunidades y sociedades enteras", señala
la Sra. Atalla.
Según un estudio reciente sobre 41 países, las mujeres
representan el 36% de los empresarios. El porcentaje de empresarias
en la población va del 2% en Japón al 18% en Tailandia. Se trata de
una tendencia interesante que muchos tratan de aprovechar.
Crear empresas para contribuir a la recuperación
La Sra. Amber Chand, de origen ugandés y estadounidense, aporta
un granito de arena a la reincorporación al trabajo de mujeres
afectadas por la guerra que se proponen iniciar una actividad
propia. En su tienda de regalos en línea, Amber Chand Collection,
con sede en Estados Unidos (www.amberchand.com), vende artesanías
fabricadas en algunas de las regiones más asoladas por la
guerra.
Actualmente, la Sra. Chand trabaja en estrecha colaboración con
las mujeres de un gran campamento de refugiados de Darfur, región
de Sudán sudoccidental, devastada por la guerra. Estas mujeres,
muchas de las cuales se están recuperando de ataques de las
milicias, fabrican cestas tejidas a mano para exportación. "Estoy
muy orgullosa del proyecto de Darfur porque se lleva a cabo en un
campamento de refugiados y las mujeres ya fabricaron más de 600
cestas", comenta.
La organización Darfur Peace and Development estableció un
centro de atención de mujeres violadas que necesitan apoyo,
asesoramiento y educación. "En esta perspectiva, propuse que
mientras se iban recuperando del trauma, confeccionaran cestas. Ese
es un medio idóneo de que recuperen cierto control de su vida y
ganen algo de dinero. Actualmente, 50 mujeres crean cestas para
nuestra colección de regalos", añade.
La motivación de la Sra. Chand nació de hechos ocurridos en
1972, cuando el dictador Idi Amin obligó a su familia a abandonar
Uganda. "Esa experiencia me marcó profundamente. Cuando años más
tarde, en 1989, tuve la oportunidad de usar mis habilidades
empresariales para ayudar a otras personas, decidí ocuparme de
mujeres en zonas de conflicto armado. Estas artesanías se han
convertido en poderosos símbolos culturales. Estamos trabajando en
Afganistán, Camboya, Colombia, Etiopía, Guatemala, India, Iraq,
Jordania, Myanmar, Rwanda, Sudán y Viet Nam."
Un mensaje de esperanza
La Amber Chand Collection se creó hace tres años. Las velas
israelo-palestinas (su producto emblemático) son fabricadas por
mujeres de las partes en el largo conflicto de Oriente Medio.
"Tiendo a trabajar en zonas de conflicto armado que son inseguras y
frágiles, así como en países un poco más estables, una vez
terminadas las hostilidades. Me interesa encontrar estímulos a la
micro-empresa en dichas zonas."
La Sra. Chand colabora con ONG y otras organizaciones sin ánimo
de lucro, por lo cual, dispone de una buena red de expertos con
contactos en cada región que perciben módicos honorarios de 5% por
su trabajo administrativo; el 20%-25% del total de los ingresos de
la empresa se destina a las artesanas.
"Operamos en condiciones de complejidad logística y fragilidad
de la economía, pero no tenemos tantas dificultades como se
imaginan muchos empresarios. Quiero ayudar a las mujeres a dar
rienda suelta a su instinto empresarial y desarrollar un mecanismo
que simplifique sus transacciones. En lugar de inspirarnos en un
modelo de caridad o asistencia, optamos por un modelo de negocio",
señala.
La Sra. Chand quisiera que las
empresas se comprometieran y actuaran en forma compasiva y
humanitaria, pero también responsable desde el punto de vista
fiscal. "Tenemos que invertir en la zona. En este momento
experimentamos una extraordinaria sensación de colapso y la gente
se pregunta quiénes somos y qué hacemos. Estamos cuestionando la
codicia, los excesos y las metas cortoplacistas. La implosión es
generalizada. Hay que crear relaciones de confianza, afirmadas en
valores", opina.
"A veces, las ONG temen participar en exceso en el negocio de
hacer negocios. Me encantaría que las ONG pudieran decirse: '¡Ah,
tiene un plazo. Apuremos el paso para cumplirlo!' y que
reconocieran que tengo plazos que respetar y productos que
despachar a tiempo. Me gustaría que supieran responder a esos
imperativos.
En cuanto a los gobiernos, quisiera que aplicaran menos
impuestos y aranceles a los artesanos. Ninguna de las personas con
quienes trabajo tiene que pagar impuestos prohibitivos, pero éstos
existen. Quisiera que los gobiernos fueran más favorables a las
actividades empresariales y las fomentaran. Los gobiernos tienen
que crear asociaciones y empresas, sensibilizar y educar más.
Tenemos que crear modelos que apoyen a todos los actores en aras
del bien común. Debería instaurarse la participación en las
ganancias para que los artesanos se beneficiaran y no fueran
explotados", concluye
Proyectos como éstos ilustran el potencial del comercio para
labrarse una vida mejor y fortalecer a las comunidades. Con
determinación y perseverancia extraordinarias, estas mujeres están
resistiendo a los peores conflictos y conquistando oportunidades,
el respeto de sí mismas y un modelo sostenible para la empresa del
futuro en los países en desarrollo.